En
cierta forma es inevitable asociar el nombre de Monsanto con la artificialidad:
las semillas modificadas genéticamente, los fertilizantes, los pesticidas.
Todo, en cierta forma, como parte de un gran montaje en el que, a pesar de
tener cierta relación con el mundo natural, en última instancia se trata de un
gran mecanismo en el que todas sus partes son en última instancia todo lo
opuesto a lo natural.
Como
parte de esta tendencia, recientemente se anunció que el gigante de los
trangénicos tiene planeado implementar un sistema de abejas robóticas para
polinizar sus campos, un proyecto en el cual ha invertido desde hace ya varios
años, en 2009, cuando el Laboratorio de Microrobótica de Harvard comenzó a
desarrollar Vehículos de Micro Aire (Micro Air Vehicles).
En
buena medida este plan de Monsanto obedece a la marcada toxicidad de los
pesticidas utilizados en sus campos de cultivo, casi todos salidos de las
fábricas de Shell y Bayer y los cuales, desde mediados de los 90, han provocado
una disminución general tanto del bienestar como de la población de la
biodiversidad asociada con la agricultura, con especial impacto en las abejas.
En
la versión robotizada de Monsanto, esta fauna especialmente necesaria en el
desarrollo de una planta será sustituida por pequeños vehículos de titanio y
plástico, capaces de volar entre flor y flor y distribuir el polen de estas.
Asimismo, en una versión todavía más sofisticada, existirán colmenas enteras
cuidadosamente programadas para, a través del algoritmo correcto, polinizar
campos específicos.
Se dice que estas robo-abejas también podrían ser
utilizados con fines militares y de vigilancia y aun con fines bélicos, como
posibles esparcidores de neurotoxinas.
Si el hombre sigue evolucionando de esta manera a través de la tecnología y no en los valores de la humanidad, algún día, ya no podremos vivir en la selva de concreto, ya nada será real, tendremos sólo un holograma de lo que era la perfección ambiental y nuestra felicidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario