Dicen
que para el año 1890 María Acosta desembarcó por la parte norte de Punta Icotea
justo en el sitio donde estaba la planta de níspero de la familia Reyes, mucho
antes del reventón del pozo de petróleo El Barroso II. Es una mujer que vivió
en Pueblo Aparte, Ambrosio, caminaba todos los días por el camino real
predicando una repetición que decía: vienen unos hombres altos catires con
botas grandes, que abrirán unos huecos en la tierra y un chorro botará.
Esta
mujer dormía fuera de la casa, sola en un corredor y sobre una tabla como
almohada; usaba un pedazo de madera y como acompañante un machete. En Pueblo
Aparte todos la querían, ya que en esa época, como ya se señaló, las familias
vivían un cristianismo primitivo, ingenuo, que se enseñaba de padre a hijos y
en el cual se practicaba la caridad cristiana bajo el lema: has bien y no mires
a quien.
María decía que hablaba con los pájaros y que eran ellos los que le
transmitían lo que iba a pasar, sobre todo las paraulatas y el cristofué.
Cuando despertaba el alba y el sol nacía, la paraulata entonaba sus trinos,
María decía: ¿oyes lo que dicen?, y más tarde cuando el sol estaba despierto y
cantaba el cristofué, hablaba con un gramófono y empezaba a traducir lo que el
pájaro le decía. Un día esta mujer no apareció en el poblado, y la buscaron por
todas partes y no la encontraron; formaron comisiones para seguir la búsqueda y
a gritos en los montes del Empalao, Curso Colorado, Monte Arriba y hasta
Catarsoma llegaron y no la encontraron.
María
Acosta se fue de Ambrosio como había llegado, ya que nadie sabía de donde venía
y ni siquiera quien era. Es importante señalar que una minuciosa investigación
oral permitió constatar que la fecha de desaparición de la loca vidente, como
le decían muchos, fue el 5 de abril de 1912 aproximadamente. Se ha convertido
en un mito local muy conocido entre los habitantes de todas las zonas donde
este personaje se desenvolvió.
Instituto de Patrimonio Cultural,
Cabimas.
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