La
risa, la ira, el placer, el amor, la tristeza, son emociones que nos afectan
directamente, ocasionando secuelas que se presentan en nuestra salud.
Ciertamente,
esas emociones que nos hacen sentir mal existen para defendernos y, más que
nada, cuidar nuestras vidas para reproducir, pero usarlas frecuentemente puede
ser dañino. No tengo idea si el enojo acelera el envejecimiento tres mil veces,
como afirma el póster pues carezco de una fuente sobre el dato, pero sí es
conocido que lo acelera.
Se ha
demostrado que esa avalancha constante de sustancias químicas producidas por el
estrés, junto a los cambios metabólicos que acompañan los sentimientos de ira,
como bien apunta la imagen, puede hacer que te suba la presión arterial,
producir dolores de cabeza, problemas digestivos y de la piel tales como
eczema. Más aún, puede llevar a condiciones más graves como el asma, la
depresión y enfermedades del corazón; de hecho, ataques al corazón y accidentes
cerebrovasculares son altas posibilidades.
Hace
unos años, investigadores de la Escuela de Salud Pública en la Universidad de
Harvard publicaron resultados sobre un sondeo y estudio donde los científicos
siguieron a 670 hombres desde 1986, midiendo sus niveles de hostilidad y sus
efectos en la salud. El estudio formaba parte de una encuesta nacional de
envejecimiento. Su capacidad pulmonar se midió en tres ocasiones durante este
tiempo.
Malas
noticias para los ‘enojones’. El poder pulmonar fue significativamente peor
entre aquellos que presentaban altos niveles de ira en comparación con aquellos
que presentaban un nivel medio y bajo. No sólo eso, el estado del pulmón era
peor en cada examen durante todo el estudio. Esa relación se mantuvo incluso
después de tener en cuenta factores como el tabaquismo.
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