Porque
en el mundo muchos juegan a ganarse la entrada al cielo, otros a ser buenos
samaritanos y muchos simplemente esperan agradecimiento o por una vez en la
vida, ser aceptados. Tenemos debilidad ante el virus de vivir la vida de los
demás, que por cierto es bastante contagioso, cuando no le dedicamos suficiente
energía o concentración a nuestros proyectos, al día a día, a nuestras
relaciones, como nos comunicamos y de esta manera, es poco lo que brinda satisfacción.
Es
común que nos lean siempre las reglas del juego y que aparezca alguien que las
modifique o las rompa. Es inevitable tener presentes las diferencias que nos
destacan entre el resto de las personas y lamentablemente es común la mala
comunicación que permanece debido a ellas, en la sociedad y el núcleo de todo,
la familia.
Es
totalmente cierto eso de cada mente es un mundo, pero esto no nos debe privar
de disfrutar el talento y bondades de los demás, y de incluso agradecerlas y
reconocerlas, a pesar de cualquier diferencia, sexo o preferencia sexual, raza,
sueldo, posición política y religión. Lo que nos hace falta para vacunarnos
contra el virus de vivir para y por los demás o pendiente de criticar a otros
por aceptarse a sí mismos como individuos un tanto diferentes a lo que por años
nos han enseñado y vendido en la sociedad es el respeto y la buena
comunicación.
Porque
la vida es corta, llena de sorpresas y momentos duros que debemos ver como
oportunidades, de crecer, aprender, perdonar y agradecer. Vive, sin hacerle daño a los demás, pero asegurándote de que otros
tampoco te hagan daño a ti o te alejen de tu personal definición de felicidad.
Andrea Colmenares Aguilera
@AndieAguilera
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